Las puertas se abren y la marea
humana se aparta. El ganado sale de estampida, unas veces en grupo y
otras en desbandada. Es entonces cuando unos pocos caballistas, de los
muchos que han acudido a lucirse con sus monturas, van tras las reses
para conducirlas a la Vega de San Millán, donde esperarán hasta las dos y
media de la tarde el momento de ser conducidas hasta los corrales de la
Plaza. Este intervalo se aprovechará para descansar y echar un bocado,
para continuar La Saca.
La intención de meter
los doce toros es buena pero no siempre se consigue, mejor dicho casi
nunca. Algunos dicen que lo bueno es que se escapen o…¿se les hace
escapar? Así dura más y tiene más emoción.
La entrada de la
comitiva en la ciudad suele hacerse a las cuatro de la tarde entre
juerga, canciones y del correr la bota, aunque en estos tiempos se usa
poco porque “pesa” y pasan de ella. El colofón era la entrada de los
caballos a galope desde la Puerta de la Dehesa hasta la Plaza Mayor. Hoy
llegan cansados, sedientos, sudorosos y a veces cabreados si el
resultado de su esfuerzo no ha sido satisfactorio ante la incomprensión
del público.
En las Cuadrillas empieza el trabajo y cumplir con el vecindario. Hay
que “recoger” a los músicos en el hotel o pensión y dar el primer
pasacalles.
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