"Salud para Cumplir"    
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         En Valonsadero dejamos al toro, protagonista y eje sobre el que giran los Usos y Costumbres de nuestros Sanjuanes. Habrá que sacarlo del monte y traerlo a la ciudad para que cada una de las 16 Collaciones a la que pertenece por haber  sido “comprado” lo corran, lidien, ensoguen y apuntillen ante la casa del Jurado para poder celebrar los Agés, condimentar la Caldera de Caridad y comerlo en comunión.

         Debían ser traídos el jueves siguiente al día de San Juan. Este día, bien de mañana, los toros serían recogidos por las diferentes vacadas de cada ganadería, ya preparados y separados por los vaqueros con antelación, para ser conducidos a la Vega de San Millán.

         A la salida del sol ya estaban allí seis cabañeros a caballo y con pica a los que acompañaban seis hombres a pié, uno por cada uno, con vacas. Tanto los cabañeros como acompañantes eran del Barrio de Las Casas y pasaba esta responsabilidad de padres a hijos.

          A las nueve se ponían en marcha. La Saca duraba alrededor de cuatro horas desde que salían de la Vega de San Millán hasta ser encerrados en los corrales de la Plazoleta de San Gil. El recorrido se hacía “al paso” por el Camino de la Tejera, Venta del Aire, Alto de la Dehesa hacia San Francisco, luego hacia la Huerta de la Muerte, seguir por el Camino de los Toros para entrar a la ciudad por la Puerta de Valobos, pasar por delante de la Iglesia del Espino, calle del Pósito a la Plaza Mayor y por el Arco del Cuerno ser encerrados en los Toriles del Común de la

 
 

Plazoleta de San Gil. Allí los Mayordomos y Cuatros esperarían para ver y comprobar el estado del toro de su Cuadrilla respectiva.

         La Saca había terminado sin contratiempos y así se hizo durante siglos hasta que en 1954, por suscripción popular, se construyó la nueva plaza de toros donde se realizaría, por la tarde, la “prueba” de los novillos, por mozos de la Cuadrilla, a excepción de los bueyes de la Cruz y Santo Tomé.

         ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos! Miles de personas y decenas de caballos y jinetes se afanan, unos por presenciar y otros por conducir y encerrar a doce novillos que han sido metidos por la mañana en los corrales y pastaban en Cañada Honda y que ni siquiera son los propios de las Cuadrillas para El Viernes de Toros, pues estos descansan desde hace días en los corrales del Coso de San Benito.

        Los Jurados invitados por el Ayuntamiento se desplazan al Monte en autobús, todos juntos. La Comisión de Festejos recuerda “por escrito” la hora de salida de la Plaza Mayor.

La Cuadrilla irá “a su aire” en el autobús preparado al efecto y comerán juntos todos cuantos forman el equipo de trabajo del Jurado.

         El momento mágico de la suelta de los novillos, a las doce en punto, tras haber disparado tres cohetes, el primero de aviso y los restantes para abrir las puertas de los corrales, es emocionante e inolvidable.

 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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