Soria, como un latente prodigio, tras su letargo invernal, empieza a despertar para dar cumplida cuenta de  la cita anual de sus Fiestas. Levanta a lo alto sus brazos. Sus canciones se hacen eco entre callejas y plazas, y manos afanosas, con prisas mal reprimidas, colocan pañuelos blancos al cuello y rosas en pecho de mujer. La magia, el rito y la tradición se funden para ser voz de unas gentes que han hecho suya la herencia y el legado de un pueblo.

 

         Rondando la Edad Media, en romería original y festiva, el domingo siguiente al día de San Juan, las Cuadrillas del Común, cada cual con su Santo Titular, acudían en el Collado al encuentro, unas con otras, para dirigirse hacia la Dehesa de San Andrés, donde previamente se habían cocido en calderas toro y otras viandas y repartir entre los vecinos asistentes, pobres y forasteros, con las correspondientes raciones de pan y vino, entre el natural baile y jolgorio.

 

         Desde entonces han pasado a través de la historia de Soria un filón de Jurados, Mayordomos, Cuatros, “hombres buenos del Estado del Común”, hombres y mujeres del pueblo de Soria que, con un patrimonio común de Sol, Vino y Toros, han hecho de las nuestras unas Fiestas distintas e inigualables.

 

         Es de obligado cumplimiento agradecer en el tiempo y perpetuar en nuestro recuerdo a estos hombres y mujeres que hacen que se cumpla esa tradición secular de usos y costumbres.

 

         Es por ello por lo que la Asociación de Jurados de Cuadrilla convocó en su día un concurso de proyectos e ideas para la realización de un monumento a los Sanjuanes y a los Jurados de Cuadrilla que materialice el respeto y cariño de los sorianos. El proyecto ganador para su realización fue el de Antonio Soria Gómez y P.R.A.F.I.S.A la empresa constructora.

 

Se inauguró la tarde del día 12 de junio de 1993, víspera de La Compra, en la Plaza del Olivo, ”sobre un pedestal de piedra natural, tres pirámides irregulares y asimétricas de metal acero con brillo espejo, representan los rayos del sol que acude solícito a la cita obligada del ciclo natural del solsticio de verano. Sus rayos irrumpen tras la mole pétrea de la Sierra de Santa Ana y hacen que la ciudad de Soria se despierte y se desperece de su largo sueño invernal.”

 

“Un escudo de bronce pulido representa el señorío y la nobleza del pueblo de Soria con un único blasón y linaje, el de pertenecer a las Cuadrillas del Común y siguiendo los pasos de sus ancestros, acude a la llamada del tañer de la campana de San Gil para, en Concejo Abierto, compartir en comunión los atributos de la bestia -cabeza de toro de placas de hierro soldadas y coloreadas con óxido- sacrificada en altar pagano y festivo ante un hombre bueno del Estado Llano, “Jurado de Cuadrilla”.

 

          Sobre la base aparece una placa de piedra con la inscripción:

 

“EL AYUNTAMIENTO Y EL COMÚN DE SORIA A LOS SANJUANES Y A CUANTOS HOMBRES Y MUJERES HAN EJERCIDO EL CARGO DE JURADO”